Para evitar la
discriminación de género, hoy quiero dedicar unas líneas a una supervillana,
aunque, sobre todo, lo fuera gracias a su marido, el sanguinario dictador
Francisco Franco. Si detrás de todo hombre miserable siempre puede haber una
miserable mujer, este era el caso, sin duda.
El hombre se dedicó a quitar
a sus “súbditos” la vida, la libertad, la dignidad y los Derechos Humanos, y su
señora, doña Carmen Polo de Franco, entretuvo sus largos años de dictadora
consorte quitando lo que quedaba. Con una sonrisa caballuna, con colmillo
derecho prominente incluido. “La Señora, siempre enseñando los dientes, me
quita el apetito”, retrataba infantilmente un nieto de Alfonso XIII al
recordarla.
A pesar de recibir
continuamente en Palacio regalos de lo más variados de parte de sus más sumisos
súbditos, a “la Collares” nunca le vencía la pereza, y realizaba razias cual
Almanzor por todas las capitales de provincia que podía. “Compraba”, sin pagar
casi nunca, en los principales comercios de las ciudades que visitaba (joyerías,
peleterías, anticuarios, tiendas de moda…), en los que no habían tenido la
prevención suficiente para cerrar en tan señaladas fechas de visita, como acabó
siendo habitual.
Cuando no había viajes, “la
Señora” invertía parte de su tiempo en la redistribución de los regalos que le
llegaban a sus distinguidas amistades y compañeras de merienda, siempre los
menos apreciados o valiosos. Un simple cambio de tarjeta la convertía, a su vez,
en obsequiadora de las flores, dulces y licores de menor valor que recibía.
Si alguna vez cometía un
error, todos somos humanos, y se escapaba a sus dotes de rapiña alguna joya,
anillo, broche o collar elegantemente disimulado entre flores o bombones, la
llamada de agradecimiento a Doña Carmen de la segunda destinataria, ponía en
marcha inmediatamente el protocolo de regreso del motorista a por el botín
descuidadamente remitido. La “señora” de Franco nunca tuvo reparos en
solucionar, así, rápidamente, estas confusiones, inevitables si atendemos a la
cantidad y volumen de los envíos.
Los sentimentalismos nunca
le impidieron, en aras a la eficiencia económica, fundir la mayoría de las
innumerables medallas, condecoraciones y regalos en metales preciosos que su
marido recibía, de todo tipo de corporaciones y administraciones, mucho más
fáciles de atesorar en lingotes. Las joyas que no fundió y no guardó en bancos
ocupaban, en 1975, una habitación con las paredes forradas, del suelo al techo,
por cuarenta columnas de veinte cajones cada una. 800 cajones repletos de joyas
en una habitación que hubiera sido la envidia de Ali-Babá y su más famosa
cueva.
Esto es saberse administrar.
No cabe duda de que el dictador Franco y señora eran tal para cual.
De todo esto informa,
gracias a sus asombrosos superpoderes:
El Increíble Capitán Euzkadi
Salud y República vasca
P.D.: El Capitán Euzkadi no quiere dejar escapar la oportunidad y desea mostraros un vídeo de la familia Franco en el que el Caudillo de familia hace labores de ventrílocuo, y su señora esposa mantiene una expresión que hace temblar a los muertos en sus sepulturas.
P.D.: El Capitán Euzkadi no quiere dejar escapar la oportunidad y desea mostraros un vídeo de la familia Franco en el que el Caudillo de familia hace labores de ventrílocuo, y su señora esposa mantiene una expresión que hace temblar a los muertos en sus sepulturas.
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