De entre los supervillanos
que atacan al nacionalismo vasco, ningún tipo destaca más por su salvajismo y
fanatismo que los conversos.
Son individuos que, en
principio, optaron por la defensa de su propio pueblo pero que un buen día
dieron un giro de 180 grados y arremetieron contra su país y sus compatriotas
con una ferocidad digna de mejor causa.
Serían semejantes a aquellos
elefantes que en las batallas de la Edad Antigua enloquecían y hacían más daño
entre las propias filas que los enemigos, si no fuera porque la mayoría de los
conversos cambian de bando tras meditadas reflexiones en las que lo único que
tienen en cuenta es su interés personal. Ninguna nobleza, como la que pudiera
atribuirse a los paquidermos. Más similitudes, en cambio, pudieran encontrarse
con los seres con fama de asustar a estos gigantes: las ratas.
Los conversos pueden
encontrarse en todos los niveles. Desde pistoleros que no saben hacer la “O”
con un canuto o un programa de Autocad y se transforman en apóstoles del
pacifismo ajeno, hasta “intelectuales” que pasan de abertzales a monárquicos y
del arrastre de piedra a los toros. Han podido ser cualquier cosa cuando se les
suponía nacionalistas vascos: administrativos, profesores, periodistas,
consejeros de cultura o incluso diputados generales.
Después se han transformado
por considerar que sus enormes egos no eran suficientemente bien tratados, o
por ver que su traición iba a ser magníficamente recompensada, desmedidamente
si se atiende a sus escasos méritos. La ambición les puede, les domina.
Necesitan premios, recompensas. Necesitan más. Sus “tesoooros”. Gollum, Gollum…
Los premios, al cambiar de
bando, vienen rápidos. Sea usted un desconocido profesor universitario al que
no le hacen caso ni sus alumnos y acababa convertido en un ilustre con
entrevistas en los dominicales de los principales diarios, galardones
nacionales y hasta la dirección de algún ente nacional, español, claro está.
Pasando de vivir en una “provincia” a la capital del reino. La gloria para
algunos. España sí paga a traidores. De adjunta a catedrática, de gacetillero a
director de radio, de jorobado a galán, de tartaja a locutor y doblador
profesional. ¡Qué milagros se producen cuando se cambia de bando!
Y, a cambio, la fe del
converso. Irreconciliables e inmisericordes con sus antiguos compañeros. Más
fanáticos que sus nuevos amos, a los que venden todos sus conocimientos de su
anterior bando. Atizando siempre odios y echando gasolina al fuego. Que si se
acaba la guerra se les acaba el chollo, y vuelve a descubrirse que son mem@s,
tont@s y fe@s.
Les he comparado con las
ratas y he hecho mal. He sido injusto con estos roedores. Son las primeras en
abandonar el barco. Pero hasta estos animales tienen la decencia, cuando
cambian las tornas, de no intentar volver.
Este zoológico relato ha
podido ser realizado gracias a los invendibles superpoderes del Increible
Capitán Euzkadi.
Salud y República vasca
jajajajaja muy bueno!!! no saben hacer ni la O con Autocad... jajaja y lo de "de tartaja a locutor y doblador profesional" impresionante!!! sigue así Capitán Euzkadi!!! el pueblo esta contigo!!!
ResponderEliminarCapitán Euzkadi está satisfecho con tu comentario. Salud y República vasca.
ResponderEliminarNo dejes de visitar el blog